Campaña por Merovingian: capítulo II (parte I)

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Capítulo I: Parte I / Parte II / Desenlace


Capítulo II: Medidas cautelares

Y Anduak finalmente se sumió en el caos; el martilleo de las máquinas del Adeptus Mechanicus de Avernus cesaron para dejar paso a un constante repiquetear de las salvas de artillería de ambos bandos; los cánticos en gloria al Emperador sucumbieron bajo llantos y lamentos de aquellos que perdían sus casas en la capital, Regalis Major. El gorgoteo de los pozos gástricos tiránidos en Valfar sustituyó por completo el ambiente jovial y alegre de los complejos turísticos, así como en las yermas y heladas estepas de Borealis el hielo se iluminaba con las ráfagas de bólteres y rifles láseres. Los combates se extendieron por cada uno de los planetas que componían este sistema, no dejando lugar para respirar un poco de paz.

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El Gobernador del Sistema, Lyoben Lionsbane mantuvo la estabilidad en las colmenas de Regalis Major, mientras las fuerzas de los marines espaciales defendieron con determinación el espaciopuerto de su luna. Cualquier error, cualquier mala decisión tomada podría condenar el destino del sistema, y probablemente de todo el subsector, a la más terrible oscuridad. Con el General Tom Highway reagrupado junto a las Fuerzas de Defensa Planetarias supervivientes, el contraataque para recuperar y reforzar los puntos clave de cada planeta era una garantía para conseguir la victoria sobre los enemigos del Emperador.

El Capitán Máximo Quintel,  de la Antigua 10ª Compañía de los Ultramarines, recuperó exitosamente la información requerida para la investigación del “Evento Cero”, y así determinar el origen de aquella llamada psíquica que atrajo a tantos enemigos a las puertas de Anduak. Los más versados adeptos están analizándola concienzudamente, y aunque otros líderes de los Adeptus Astartes han ofrecido su tecnología mejorada para descifrar los datos, no hay tanta diferencia tecnológica después de diez mil años perdidos en la disformidad. Pese a ello, el Gran Mestre Aun de los Ángeles Oscuros quiso estar cerca y vigilante respecto a los resultados del estudio, ya que seguía pensando que los Ángeles Caídos andaban detrás de toda esta destrucción.

Por otro lado, y aunque todos los líderes imperiales se pusieron tensos al descubrir el ofrecimiento de ayuda de las fuerzas del Imperio T’au, aceptaron a regañadientes la voluntad del Gobernador Lyoben Lionsbane y del Inquisidor Maximus del Ordo Xenos, que preferían crear un pacto de no agresión temporal a tener otro enemigo más del que preocuparse. Shas’O Aloh Mont’au, líder de los T’au, parecía ser un líder honorable a la vez que orgulloso, aunque es probable que ninguno de los dirigentes humanos le quitase un ojo de encima. Su éxito combatiendo los tiránidos había sido una gran proeza a tener en cuenta, y ofreciéndole canales de comunicación adecuados para una mejor coordinación de las tropas, debería demostrar si era digno de llamarse aliado.

El Maestro de la Guardia Philippo puso bajo su protección a toda la leva psíquica recuperada de los vagones de Avernus, a la espera de que no fueran utilizados por fuerzas caóticas o como un festín para cualquier raza Xenos. Que estuviesen siendo transportados en vagones sellados indicaba claramente que una Nave Negra estaba atracada en algún sitio del sistema, y que cayese en manos equivocadas podría traer consecuencias catastróficas para toda la red de reclutamiento del Adeptus Astra Telepatica. Prefirió mantenerse en silencio del asunto respecto a los demás líderes, a excepción del Mariscal San Jorge, que estuvo presente ante tal descubrimiento; no muy amigos de todos aquellos que se hacían llamar psíquicos, los Templarios Negros aceptaron que los Guardianes de la Muerte se hiciesen cargo de las abominaciones psíquicas, y ellos se dedicarían a dar caza tanto a los orkos como a los drukhari que se habían atrevido a tenderles una trampa.

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Algo que nadie se esperó en absoluto fue que, dado el golpe vital a los organismos tiránidos sinápticos  de la flota enjambre Cerberus por parte del desaparecido Aurelius y sus Guardianes de la muerte, los zarcillos y tentáculos de la flota enjambre Cronos atacaron violentamente a los restos de la primera flota. Los organismos tiránidos de Cerberus, confusos por el daño causado, fueron absorbidos y canibalizados por las enormes bionaves y le dieron aún más material genético para parir ingentes hordas de termagantes, gárgolas y poderosos carnifexes para aterrorizar las filas defensivas del Imperio. Ante la alarmante situación, la flota imperial bombardeó incesantemente los principales focos de acumulación de materia tiránida, y torpedeó sus naves reproductoras; pero todo esfuerzo fue en vano: la bestia se comió a la bestia, y creció exponencialmente hasta convertirse en un monstruo que aterrorizaba hasta aquellos que no tenían carne.

Los necrones cesaron sus ataques en las trincheras humanas para enfocarse en acabar con el máximo posible de tiránidos. Inicialmente eran evadidos por éstos, pero a medida que acrecentaba su número, y aun a expensas de que no sacarían nada de provecho atacando a los humanoides metálicos, las fauces de Cronos golpearon con dureza a las legiones del Emperador Sarkoni y de El Guardián. Su armamento era el único que podía desintegrar la materia a nivel molecular, por lo que eran realmente la única amenaza que sintió la mente enjambre Cronos en el sistema Anduak: la materia de los muertos podía reciclarla, pero no con aquella que no podía recolectar. El primer encuentro entre los dos líderes necrones no fue especialmente comunicativo, pero hubo cierta conexión que probablemente ningún ser con ojos y oídos pudo detectar. Centrados en eliminar la amenaza tiránida, los líderes necrones estuvieron de acuerdo que debían tomarse medidas extremas y evitar a cualquier precio que la bestia siguiese alimentándose de los recursos naturales del planeta. Con raudos movimientos sobre el planeta Valfar, las aeronaves de El Guardían asaltaron las centrales energéticas imperiales que abastecían el planeta, preparándolas para desencadenar explosiones en cadena y despedazar el planeta en mil pedazos. Mientras, El emperador Sarkoni defendería las tropas fásicas de su aliado de cualquier intento de sabotaje por parte de los humanos, y de cualquier otra especie que no fuese la suya.

Y así como los necrones aunaban fuerzas, también lo hicieron dos oscuras siluetas en los sombríos callejones ruinosos de Avernus: Druvaldin y Akhornax pactaron con sangre tratos que favorecerían a los dos bandos. Por un lado, el renegado del caos le traería los mejores combatientes que atrapase durante la guerra por Anduak, ofreciendo algunos berserkers de khorne como muestra de buena voluntad, mientras que el drukhari le ofrecería la manera de viajar entre los planetas sin necesidad de controlar el espacio orbital. Hace eones cada uno de los mundos estaba interconectado con portales a la telaraña, y estuvieron desconectados hasta que esa onda explosiva de energía psíquica los volvió a reactivar. Aunque cualquiera podría hallar los portales y utilizarlos, sin la tecnología adecuada no se podía predecir a donde llevaba cada uno de ellos.  Por lo que, llegando a un acuerdo de risas malévolas y puñales traicioneros, los dos despreciables seres que acechaban en las sombras saldrían beneficiados.

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Con los primeros informes preliminares extraídos del registro de patrones del Centro de Investigación de la Disformidad “Meseta Escarlata”, se estableció que el origen del evento inicial se localizaba en Borealis, más concretamente en una zona habitada por pequeñas agrupaciones civiles que vivían de manera rural y semi nómada. Sin precisar exactamente el punto, las fuerzas Imperiales ya tenían algún lugar por comenzar a investigar y desenmarañar todo este entuerto. Aunque el Gobernador del Sistema Lyoben Lionsbane insistió en sus comunicaciones con los laboratorios de la Inquisición situados en el planeta helado, lo único que recibía eran denegaciones rotundas y silencio de radio. El humano se olía lo peor, y compartió sus preocupaciones con el resto de líderes de la defensa del sistema. El Coronel Maneth, que desalojaba el planeta Valfar con algunos refugiados, puso rumbo a su flota de transporte y a su regimiento para llegar lo antes posible, ya que se divisaron varios piedroz orkos estamparse contra la superficie del planeta; eran la fuerza de defensa más cercana que podría socorrer a los ciudadanos de las estepas de Borealis de las zarpas de Harrisork “Pateakuloz” y su calaña.

Una llamada de emergencia se repetía en el vacío interplanetario. Tal cual comenzó la guerra, un acto de insubordinación y rebelión se alzó en los centros penitenciarios de Arntor. Los guardias se vieron superados en número, y agitadores de los dioses del caos incitaron a la muchedumbre a combatir por la gloria de sus amos oscuros; sangre y vísceras se derramaron a base de cuchillazos y porrazos. En una situación de guerra como la que vivían en el sistema, hubieran obviado completamente los sucesos del planetoide prisión, pero la aparición de profetas herejes alarmó a todos los comandantes defensores: si se derramaban las suficientes vidas podría acabar atrayendo la atención de entes de la disformidad, y tener un portal demoníaco en el centro del sistema era sentenciar a una condena perpetua a todo el subsector.

Nuevamente se librarían decisivas batallas por el futuro del sistema planetario Anduak, y solamente aquellos comandantes más hábiles lograrían conseguir la victoria para defender el Imperio de la humanidad, o para aplacar sus oscuros intereses.

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